domingo, 1 de febrero de 2015

" ¿Qué vamos a comer?"

Nota que aparece en un libro  muy antiguo, titulado "El libro ideal de cocina "



A las 8 am me desperté totalmente ya. Tomi estuvo protestando un rato y ya no me dejó dormir más.
Al rato se despertaron todos.

después de las 12 hs. y antes de las 13 hs. ya estaba listo el almuerzo: milanesas con puré. Agus no quiso el puré porque le puse un queso que parece plástico, según dice, y tiene razón, pero tenía que probar algo nuevo para ver si le daba un sabor diferente al puré sin sal.

Los nenes comieron bien, no me puedo quejar.

La merienda se demoró hasta las 6 de la tarde más o menos y por consiguiente la cena también.
Entré a la cocina sin saber qué iba a preparar. Tenía el menú, pero me faltaban ingredientes.
Decidí ir por lo más complicado, para una comida improvisada a las 9 de la noche, mientras mi marido estaba en el super, el bebé llorando, el del medio inquietísimo porque quería salir a pasear y el más grande más inquieto aún porque le tocaba cuidar a sus hermanitos por un rato en vez de poder dedicarse a sus cosas.
Pero yo soy así, caprichosa de capricornio y se me metió en la cabeza que iba a hacer malfatti de espinaca, aunque es una comida que hasta ahora nunca me salió bien, me faltaban huevos y era tarde para empezar.
La primera vez que los hice, se me deshicieron en el agua de cocción, y la segunda, me quedaron duros como rocas.
Primero hice la vitina de Tomi con su leche maternizada, la vitina de Juani con caldito de carne y al final me dediqué a los malfatti, cuando llegaron los huevos.
Me tocó poner la mesa, revisar pañales, patear chiches para despejar la zona.
Nos sentamos los 5 a cenar: Juani últimamente tiene fascinación con el agua y para que coma le tengo que dar ( como último recurso, claro) el vasito de agua con pico y empieza  a " pintar" todo. A veces sólo eso funciona, otros días come mejor. Tomi que tenía sueño, empezó comiendo bien, pero como me tenía enfrente, cada vez que me miraba empezaba a pucherear, reclamando a su mami.
Agus no quiso comer los malfatti, probó, le gustó, pero después le dió cosa y ya no quiso más.
Lo dejé así esta vez. No hice escena de enojo, no le di un discurso sobre lo perjudicial que es no cenar ni apelé al sentimiento de culpa recordándole todo lo que había trabajado para hacer esa comida.

Por supuesto se quedó con hambre y además tenía antojo de algo dulce desde ayer. Me pidió si podía hacer muffins de chocolate, me dijo que él me ayudaba a hacerlos, me dejó todos los ingredientes a mano. Así que a las 11 de la noche, prendí el horno y nos pusimos a cocinar.

Los comimos recién salidos del horno y recién entonces, con la panza llena de chocolate, se fue a dormir.

Yo me quedé un rato más, con la compu, escribiendo esta entrada y comiendo muffins de nesquik con un vaso de agua helada.

Buenas noches